Hoy quería alejarme por un momento de lo estrictamente tecnológico para sumergirme en el tenebroso mundo de los sentimientos y las emociones. Será por el momento personal que me toca vivir estas semanas, o será porque, a fin de cuentas, en Mi Legado Digital tenemos siempre presente que nos movemos sobre una cuerda floja que une vida y muerte por partes iguales.

Y es que nuestros clientes, más tarde o más temprano, sufrirán la pérdida de un ser querido, o serán ellos mismos quienes se vayan. Y es por eso que, en ocasiones, en detrimento de la tecnología, nos gusta tratar temas más reales, más tangibles, más sentimentales, más emotivos. En definitiva, más humanos.

Teniendo en cuenta que en España se producen una media de 1.161 defunciones cada día, resulta necesario pararse un momento y reflexionar. Hoy mismo puede irse un ser querido. O incluso irse uno mismo.

Cuando se produce el fallecimiento de un ser querido, el dolor se manifiesta de forma contundente. El hecho de hacer frente al proceso del duelo es fundamental para conectarse a la nueva realidad y aprender a vivir con la ausencia. La tristeza es una de las cinco emociones básicas y la que, de todas ellas, ayuda a las personas a hacer frente a la ausencia de la persona fallecida.

El duelo se inicia cuando se es consciente de la pérdida. Esto puede producirse antes del fallecimiento, en el caso de una larga enfermedad o mucho tiempo después, si quien ha de afrontarlo tarda en asumir lo ocurrido. Este es el punto de partida. Todos los seres humanos necesitamos estar vinculados desde que nacemos y cuando alguien fallece esa relación se rompe y se tiene que transformar, de ahí que el dolor sea tan grande. El momento más difícil es aprender a vivir con ese vínculo que ya no existe.

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¿Por donde empezar y cómo gestionar las emociones?

Cualquier muerte resulta muy dolorosa, sobre todo si a eso le añadimos la existencia de una serie de factores de riesgo, como, por ejemplo, cuando el fallecimiento se produce de forma repentina o cruel. Por el contrario, cuando se trata de un fallecimiento anunciado y ya somos conscientes de la pérdida, la muerte se lleva mejor porque se ha podido realizar el duelo de manera anticipada.

En ocasiones, las personas no somos conscientes de la pérdida, aunque el desenlace se conozca con bastante antelación, cómo puede ser, por ejemplo, en el caso de un enfermo terminal de cáncer. Incluso, a veces, el duelo se produce mucho tiempo después de la pérdida.

En estos momentos tan difíciles resulta importante gestionar las muchísimas emociones que emergen durante el proceso. Y no sólo eso. También aparecen respuestas cognitivas, conductuales y hasta espirituales. En la mayoría de los casos se manifiesta la tristeza, la apatía y la culpa, en combinación con el amor o ternura, la alegría, la rabia y el miedo. De forma simultánea, también suelen presentarse a veces síntomas como el letargo, el insomnio y la hipersomnia.

Así pues, nos enfrentamos a todo un cóctel explosivo de emociones de efectos desconocidos, y que pueden ser devastadores, en cada persona.

 

El dolor y sus etapas

A finales de la década de los 60, la psiquiatra Elisabeth Kübler describió las distintas etapas por las que transita una persona en duelo, aunque hoy en día este modelo ha quedado algo obsoleto. Estas etapas o fases emocionales no tienen porque darse de forma consecutiva. Desde el primer momento pueden superponerse o coexistir al mismo tiempo, pero siempre depende de cada persona.

La primera etapa es el trauma. En ella la persona se enfrenta al choque que le produce el conocimiento de la noticia del fallecimiento del ser querido y cómo se maneja frente al suceso.

La segunda etapa es la protección. Aquí se produce la negación del acontecimiento y tiene más que ver con la tristeza y cómo la persona utiliza determinadas estrategias para protegerse del dolor.

La tercera etapa es la integración. En este punto se produce la conexión de la persona con la realidad, aceptando que el ser querido ya no está. Es el punto inicial de la tristeza.

La cuarta etapa es el crecimiento. En esta última fase se produce la transformación del estado emocional de la persona, donde ya es consciente de que su vida debe seguir aceptando las nuevas circunstancias.

Y es que, hoy en día, la sociedad sabe muy poco o nada de cómo afrontar el duelo. Las recomendaciones y orientaciones de los expertos, como pueden ser los típicos «ponte pronto a trabajar», «no llores más» o «él/ella no quería verte así», en ocasiones pueden provocar daño en vez de ayudar. Debemos entender que la tristeza es fundamental para procesar el duelo y lo recomendable es que el acompañamiento sea permisivo con el dolor. Los mensajes típicos antes mencionados suelen ir en contra de quienes están sufriendo.

Además, los mensajes que se centran en la superación de la pérdida no son los más adecuados, ya que de lo que se trata es de aprender a vivir con la pérdida y no de olvidar a la persona que hemos perdido. Se debe aprender a vivir con cicatrices, como cuando tenemos una herida. Se trata de un daño muy profundo que se abre cuando se produce la muerte de alguien a quien queremos. Se puede seguir amando, queriendo y manteniendo la ilusión, pero con el hueco de esa persona para siempre dentro de nuestro corazón.

Personas llorando duelo

 

El duelo en los niños

A la hora de explicarle a un menor la muerte de un ser querido, el modo de hacerlo depende muchísimo de la edad, tanto cronológica como madurativa. La edad es un factor clave. Existe un punto de inflexión que suele producirse alrededor de los seis años, que es cuando los niños aprenden el concepto de la irreversibilidad (no se puede volver hacia atrás). Hasta entonces entienden la muerte como algo variable.

La mejor manera de informar a un niño el fallecimiento de un ser querido es siendo coherente con los valores de la familia. No es recomendable utilizar eufemismos como que «se ha ido al cielo» si no está acostumbrado a oírlo. Es mucho mejor utilizar un lenguaje adecuado a la edad, pero sin tener que evitar la palabra «muerte».

Hay que estar pendiente de cuanta información necesita el niño para entender y/o comprender la pérdida. Y deben ser las personas de referencia, como sus padres, las más adecuadas para afrontar esta difícil conversación.

En el caso de los adolescentes, y para evitar posibles malos comportamientos, resulta de vital importancia que sean tratados como si fueran miembros adultos de la familia y se les debe permitir estar y participar en los rituales de despedida, si así lo desean.

 

¿En qué me puede ayudar Mi Legado Digital?

La plataforma online de Mi Legado Digital ofrece a todos sus clientes una serie de servicios y funcionalidades que no sólo sirven para cubrir las necesidades de uno mismo, sino también para afrontar el fallecimiento de una forma más llevadera y menos dolorosa, centrándose en lo emocional a través de la tecnología.

Por ejemplo, con nuestro servicio de Mensajería tus seres queridos podrán recibir un mensaje personalizado con tus últimas palabras para que afronten mejor el duelo de tu pérdida. A través de nuestro servicio Memorial podrás grabar un vídeo especial con el que despedirte de ellos y que siempre podrán visualizar, aún con el paso del tiempo.

Incluso con nuestro servicio de Caja Del Tiempo podrás enviar un regalo o flores en fechas señaladas a quien tu desees los próximos 50 años. Pero no sólo eso. A través de nuestra tecnología con Códigos QR o NFC podrás digitalizar las diferentes plataformas para tu recuerdo asociadas a tu Biografía, para que todos puedan recordarte.

No esperes más, crea tu cuenta de Mi Legado Digital y empieza a planificar tu adiós de la forma más emotiva y bonita, tanto para ti como para tus seres queridos. Para ti, para que puedas irte con la más absoluta tranquilidad teniendo todo preparado. Para ellos, para que lleven el duelo de la mejor forma posible y siempre puedan recordarte.

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