Cada vez más personas se preocupan por dejar, no solo su vida 2.0 zanjada, sino también por preparar su funeral o dejar mensajes póstumos para sus seres queridos. También hay gestiones al morir en Internet.

En el mundo hay 3.170 millones de usuarios de internet o, lo que es lo mismo, el 42,8 por ciento de la población utiliza la red de redes para algún fin. Durante ese uso, mientras compramos en eBay, ligamos en Meetic o contamos cada día lo que hacemos en Facebook, vamos dejando nuestra huella, creando nuestra identidad digital, la cual, aunque nunca nos hayamos parado a pensarlo, perdurará una vez nos hayamos ido.

De hecho, se prevé que en 2098 Facebook tenga más usuarios muertos que vivos. ¿Por qué? La respuesta tiene dos caras. Por un lado, es algo muy nuevo (relativamente) y la mayoría de personas aún no son conscientes de su relevancia. Por otro, aquellos que han intentado cerrar una cuenta de una persona fallecida se han topado con un camino que no siempre es fácil. Y lo mismo que ocurre con esta red social sucede con todos los demás ámbitos de nuestra vida 2.0: accesos a la nube, correo electrónico, plataformas de mensajería, blogs, foros, ecommerces… La lista es larga y, además, difícil de completar, pues por lo general ni el propio usuario recuerda en cuántos sitios se ha registrado.

Lo cierto es que gran parte de estos servicios ya contempla en sus políticas de uso las situaciones de defunción. Sin embargo, uno de los principales problemas es que cada una de ellas tiene unas condiciones diferentes, unos requisitos distintos o incluso no pueden encontrarse en español, pues en la actualidad no existe una legislación al respecto en España y mucho menos a nivel mundial.

Google, por ejemplo, implementó en 2013 el apartado Administrador de cuentas inactivas, al que deben remitirse los familiares del fallecido para gestionar el cierre de Google+, Gmail, Google Drive y otros productos del buscador. En la plataforma de fotografías Flickr, sin embargo, dado que al morir se deja de pagar la cuota anual, se pierde derecho sobre las imágenes que se hayan colgado (y ellos podrán utilizarlas para lo que quieran). Facebook e Instagram también cuentan con una página para comunicar el fallecimiento por parte de un familiar, donde, además, se permite convertir el perfil del difunto en una página conmemorativa. Y así va variando según el servicio.

Quizá le parezca una cuestión menor. Pero puede que no piense lo mismo cuando un día, determinada red social le recuerde felicitar por su cumpleaños a ese tío suyo que falleció hace un año, no pueda recuperar las fotos de sus últimas vacaciones juntos que guardaba en la nube o, en una vertiente menos emocional, cuando se pierda el dinero que esa persona tenía depositado en una cuenta de PayPal o unos importantes documentos en los que llevaba tiempo trabajando y de valor para su empresa.

«El tema tiene más aristas de lo que pueda parecer», señala César Belda, decano del Colegio Notarial de Valencia, «hay que ir con mucha cautela, por ejemplo, en temas de derechos intelectuales». «Lo más sencillo es que se prevea qué se quiere hacer con todo nuestro patrimonio digital en el testamento. En la mayor parte de los casos, se destruye, pero también es una pena porque hay cosas que podrían tener un valor importante», explica. Para entenderlo mejor pone como ejemplo la relevancia de las cartas de Lord Byron, cuyo equivalente hoy serían correos electrónicos y podrían perderse con el cierre de las cuentas.

VIDA 2.0 La desaparición material no va acompañada de la digital, por eso han nacido empresas que se encargan de hacerlo.

En España, solo el 40 por ciento de las personas hace testamento tradicional, así es de imaginar que los datos de los que incluyen su herencia digital sean nimios. «Ahora nadie le presta atención a esto. Nosotros hemos visto su importancia a través de los foros internacionales, donde sí se habla de esto», añade Belda. En nuestro país tenemos un trato a la muerte muy diferente del de otros países latinos. Sabemos que va a llegar, pero como mucho pagamos un seguro de decesos sin preocuparnos de nada más. Esto hace que las cosas vayan más despacio de los deseado.

Sin embargo, en los últimos años han surgido emprendedores que han sabido reconocer que hay una necesidad creciente por controlar nuestra vida 2.0 más allá de la muerte. Es el caso de la empresa de Muro de Alcoi; Mi legado digital, que se encarga, entre otros servicios, de administrar tu presencia en la red una vez fallecido, según tú mismo has dejado establecido. «Dejar las voluntades anticipadas es lo ideal también en el mundo digital, ya que se evita un trance complicado para la familia, como es gestionar todos los cierres, pero también se evita que se vean cosas que no toca o que desconocen», apunta Judith Giner, fundadora y gerente de Mi legado digital.

No son raros los casos de personas que no quieren que su familia conozca determinadas subscripciones (páginas de contactos, pornográficas…), que no accedan a conversaciones con determinadas personas, a fotografías, y similares. Con servicios como los de esta startup valenciana todos esos problemas se evitan. Cuando la persona en cuestión les contrata deja claro qué quiere conservar y qué no (fotos en la nube, blogs, etc.), a qué personas mostrarle determinadas cosas. De la misma forma puede proporcionar sus usuarios y contraseñas –a través de un servidor de alta seguridad– o no.

Una vez se recibe el certificado de defunción, se activa el Protocolo de Decesos y un equipo de abogados especializado en sucesiones y tecnología que comienza con el trabajo de borrado de cuentas o de notificar a cada una de las páginas el fallecimiento, evitando que tengan que hacerlo los familiares invirtiendo un montón de horas y un gran coste emocional. El proceso, que puede durar hasta tres meses, cuenta con todas las garantías de seguridad gracias a la gran inversión en tecnología que han realizado y que está certificada por distintos organismos.

Otra opción, si así lo ha querido el finado, es la de legar todas esas contraseñas a una determinada persona para que sea ésta la que gestione o decida qué hacer con ese patrimonio digital, en cuyo caso, una vez comunicado y demostrado el fallecimiento se procede al traspaso.

¿Y esto es legal?

«Cuando surgió la idea, después de un susto de salud que tuve, lo primero que nos preguntamos es si esto que queríamos hacer era legal, porque aquí en España la cosa estaba muy verde», cuenta Giner, que se dedica al mundo de los seguros de decesos y lo pensó en un primer momento como un servicio más que podían ofrecer. «El testamento digital –entendido como lo que se quiere hacer con nuestro patrimonio en la red cuando morimos– como tal a día de hoy no existe. Nuestro objetivo es que se descarguen un documento que tenemos preparado para que lo firmen cuando vayan al notario a hacer su testamento en el que se dice que nosotros somos la albacea de esa herencia digital», detalla y añade, «no tiene sentido ir al notario cada vez que se cambie una contraseña, por ejemplo, está claro que en un futuro cercano todo se hará a través de la tecnología y de internet ». De hecho ellos ya trabajan para que esa actualización de las contraseñas en su plataforma se haga de manera automática a través de una especie de plugin instalado en el ordenador.

Por su parte, el decano de los notarios valencianos admite que ésta «será una cláusula frecuente en los testamentos a partir de ahora » porque «el formato digital está adquiriendo cada vez más importancia y valor económico». Tanto es así que los notarios tienen previsto encargarse ellos mismos de gestionar estos temas. Lo harán en un corto plazo de tiempo con un servicio –gestionado por ellos que permitirá que aquellos que lo deseen tengan una cuenta donde depositar todo el legado digital que quieran conservar tras su muerte.

Ambos, emprendedora y notario coinciden en la necesidad de una regulación al respecto. «Tenemos mucho que mejorar en el tema de la muerte y conocimiento de las herencias», reconoce Judith. Ellos, en Mi legado digital se han centrado desde que abrieron en 2012 en España, aunque ya preparan su salto a Sudamérica, donde este tipo de gestiones se tratan como algo «más normal». Aún así, asegura «es un servicio cada vez más demandado en nuestro país», de hecho, cuentan ya con 34.000 usuarios, los cuales esperan multiplicar por cinco a partir de enero, gracias a los acuerdos que han firmado con varias aseguradoras que ofrecerán sus servicios.

Preparar la muerte

Cada vez más personas se preocupan por dejar, no solo su vida 2.0 zanjada, sino también por preparar su funeral o dejar mensajes póstumos para sus seres queridos. Por eso, otra parte de los servicios de que ofrecen estas nuevas empresas como Mi legado digital se centran en poder hacer todo este tipo de acciones. Así, por ejemplo, permiten escribir tu propia biografía y crear incluso un árbol genealógico que se puede trasmitir a través de tecnología QR y NFC (y se puede colocar incluso en las lápidas o urnas).

También disponen de servicio de mensajes póstumos que permite enviar un correo electrónico de despedida o publicar un último post en un blog o foro, despedirse con unas últimas palabras, una imagen, vídeo o en lace significativo. Igualmente, se pueden programar mensajes para fechas señaladas como cumpleaños o aniversarios. Otra posibilidad es la de compartir de manera pública o privada las mejores palabras, frases, canciones e imágenes recogidas en un vídeo. Incluso dejar escrito cómo queremos que sea nuestro funeral, si queremos incineración o entierro, que pongan una determinada canción… cualquier cosa.

La plataforma permite dejar también las Últimas Voluntades, es decir, dejar constancia de la existencia de una declaración voluntaria de donación de órganos y/ o seguros en vigor. Incluso incluye una aplicación para utilizar en vida con la que se pueden gestionar las suscripciones, los pagos, dejar reflexiones que se pueden heredar, etc.

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Fuente: Periódico Las Provincias.
Autora: Eva Navarro, editora del periódico Las Provincias para el Especial del 1 de Noviembre 2016: En el recuerdo.

 

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