La tendencia en España en el sector funerario indica que las incineraciones aumentan en contra de los enterramientos, que van descendiendo. Esto hace que aparezcan nuevas soluciones para la custodia de las cenizas.

Hace apenas unas décadas en España no existían hornos crematorios. El primero que se instaló en nuestro país fue en el cementerio de la Almudena de Madrid, en 1973. El motivo de esta novedad: «por si surgía la demanda de algún extranjero». Unos años antes, el servicio funerario se había visto obligado a realizar la cremación de un diplomático hindú en una pira de leña, ante la falta de crematorios. Y es que hasta 1964 la Iglesia Católica no autorizó la cremación de cadáveres, durante el papado de Pablo VI, en que se dictaminó que tal práctica no se oponía a ningún dogma de fe.

Durante las siguientes décadas el número de cremaciones realizadas en España ha ido creciendo poco a poco, especialmente en zonas urbanas. Cada vez más los españoles optan por la incineración. La media nacional supera ya el 30%, cuando en 2007 apenas llegaba al 23%.

La tendencia es clara e imparable: en 2012 se realizaron más de 124.000 incineraciones en los casi 200 crematorios existentes en España. El sur peninsular es el más proclive a las cremaciones. En ciudades como Málaga o Sevilla supera ya el 50%. En Valencia se acerca al 47%, y en Zaragoza supera el 60% de los fallecidos, según los últimos datos de la Asociación Nacional de Funerarias. Si bien con cifras muy alejadas de otros países como Japón (97%), y muy similares a Gran Bretaña (70%) o Dinamarca (68%).

España, con uno de los mejores niveles de vida del mundo, ha visto como la tasa de mortalidad ha aumentado con la crisis. El último dato conocido es el de 2011 en el que fallecieron 841 personas por cada 100.000 habitantes (un 1,4% más que el año anterior).

En cualquier parte del mundo, los rituales funerarios cambian a pasos a agigantados respecto a las novedades. Hoy la cremación es una opción bastante más aceptada que hace unos años. La rigidez de las costumbres se ha relajado también en este sentido, gracias a la influencia de otras culturas. Incluso se ve con mejores ojos a la hora de realizar un homenaje póstumo, más emotivo y con la seguridad de cumplir la última voluntad del homenajeado.

Además, es un proceso mucho más práctico, sencillo y rápido que el entierro tradicional, ya que evita trámites legales, pagos posteriores y complicaciones una vez se ha realizado la cremación. Una opción que facilita enormemente las cosas a los familiares del difunto.

El entierro tradicional es un problema creciente en las grandes ciudades, también para los cementerios. Ni siquiera la reutilización de nichos es suficiente. La cremación, simplemente no tiene necesidad de suelo. Es por tanto una solución de futuro. También, en época de crisis, es una práctica notablemente más económica que el entierro tradicional (féretro aparte, hay que incluir el pago del terreno, el arriendo de la sepultura, la lápida, el cuidado y mantenimiento de la tumba…). Un gasto que muchas familias ya no pueden o no quieren asumir.

Si se realiza correctamente, la cremación no contamina aguas ni tierras, y sólo emite a la atmósfera anhídrido carbónico y vapor de agua. También resulta energéticamente eficiente, por el aprovechamiento del calor. Y no tiene riesgo de posibles focos de infección (de los restos humanos o del féretro).

En realidad, el destino de las cenizas funerarias en España sigue en el limbo legal. Al contrario que en otros países europeos, no hay normas que regulen su destino. A los ya rituales esparcimientos de restos en el mar o la montaña o en lugares con sentido emotivo para la persona fallecida o conservarlas en el hogar, en un recipiente especial (mini urnas), se está añadiendo en los últimos años el deseo de comunión con las pasiones del finado.

Crematorio

Imagen vía: gbonzon.wordpress.com

En este sentido, los gustos de los españoles son cada vez más variados y sorprendentes. Éstas son algunas de las posibilidades, entre otras:

  • Las cenizas se pueden transformar en diamante, tras un proceso de cristalización.
  • Se pueden usar urnas biodegradables que se esparcen o se entierran con una semilla o plantón, y de las que, con los años, acaba creciendo un árbol, símbolo de vida y unión con la naturaleza.
  • Depositar las cenizas del difunto en el cráter de un volcán, para que en el momento de la erupción se mezcle con las cenizas del propio volcán y ambas se esparzan unidas para siempre.
  • Encargar un lienzo ‘eterno’ con las cenizas del familiar difunto convertidas en retrato.
  • Preparar una carcasa, incluyendo las cenizas, para lanzar fuegos artificiales en el aire.

En definitiva, para todos los gustos, economías y exigencias. Pero es conveniente contar con los servicios de una empresa especializada y no esparcir los restos indiscriminadamente en arroyos, parques, lugares protegidos, proximidades del litoral, etc, pues además de ilegal, puede resultar poco higiénico e incluso contaminante. I prima el mayor respeto al entorno sea cual sea la última voluntad del difunto o el deseo de sus familiares.

También hemos oído hablar, y es una tendencia en auge, los crematorios para mascotas.

Las nuevas costumbres son la evolución lógica de una sociedad en la que empieza a ser costumbre enviar pésames digitales, ahorrándose el gesto compungido y las palabras gastadas en los tanatorios.

Fuentes: elfunerario.com y hoy.es.
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